Mala partida
Alicia está en el barro.
La brecha de la siesta
con sus sueños navegantes
y el naufragio de la estrella de Belén
le dan consuelo.
Alicia está bailando
con otro príncipe de las tinieblas
mientras clama su regalo
que nunca llega.
La corona de espinas,
hundida en la frente,
extrae la pasión
que se derrama en el suelo,
inerte.
Alicia está durmiendo en una nube,
y, al despertar,
se lleva unos trozos a la Tierra,
que terminan siendo algodón de azúcar
derretido entre sus manos.
Alicia perdió el corazón en una copa.
Se lo llevó el rey de bastos
o la sota de espadas.
Contra el muro
dejó ver sus cartas
a cambio de una sonrisa sin alma,
y un camino de oro,
pero sin corazón.
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